lunes, 4 de mayo de 2009

Seducción y carencia


Estoy leyendo Biografía del hambre, de Amélie Nothomb, hace un tiempo "la mejor escritora de habla francesa menor de 40 años", según Le Figaro... al leer la novela entiendo que la precocidad ha sido para ella un programa o un oficio. Y el cliché de la frase adquiere otro sentido, devastador.
En el texto se narra la relación de una niña con el gozo, el hambre de belleza, la voracidad. Se constata la infinita maquinaria del deseo y la carencia. Lo raro es que esta cadena aquí se hace consciente desde una edad preescolar y eso singulariza la voz anecdótica, divertida, rápida, extrañamente desapegada, pero al mismo tiempo, nostálgica, de la narradora. Ella vive en distintos escenarios: un pueblo en Japón, una ciudad/calabozo china, el asombro continuo de Nueva York. Se desplaza episódicamente con su familia, reclamando el goce, buscándolo en secreto, atiborrándose de licores dulces, de libros, de mapas, de palabras. De la belleza de su madre y de su hermana.
Pero es un momento de la lectura el que me lleva a escribir. La niña, insaciable de amor, le pide a su madre que la quiera. Que la quiera más de lo que la quiere. Que la quiere más de lo que razonablemente puede querer una madre a su hija. La madre le lanza un extraño desafío: "sedúceme". Y ella debe concentrarse en pasar la prueba, la competencia atroz, contra nadie, contra sí misma. Una competencia de ingenio, sensibilidad e inteligencia.
Descubro la continuidad entre esta historia y otras de la misma autora, que me parecieron más potentes, como Antichrista y Estupor y temblores: la necesidad de ser querido, la necesidad de ser valorado, la insoportable necesidad de ser alguien para los otros. La necesidad de ser singularizados, de sostenernos en la sociedad vigente, con su anonimia, su fiebre de consumo y al mismo tiempo, su exaltación de la originalidad (a ser posible, en las formas más espectaculares).
Ningún relato es inocuo, ni cuando es aparentemente casual. Su riqueza consiste en apelar a otros, en tender probables identificaciones. Hay una impronta ética en las historias, un tacto profundo que en este caso ronda esa relación madre e hija, cercana y atroz. Primer vínculo y primera carencia. La voracidad extrema de la narradora de Biografía del hambre es de algún modo la voracidad en estado puro, la voracidad esencial que pugna en todos y que quizás algunos lectores reconozcan, removidos, en la percepción de esta niña de dos, cuatro, ocho años.
Pensarán algunos que ser precoz es fácil y que lo realmente difícil es envejecer cuando se ha sido precoz. Opino que ser precoz y darte cuenta del enorme trecho entre el amor de los otros y el amor que se necesita, ese amor que no siempre es declarado pero que nos mueve como un motor invisible, debe ser algo triste, tristísimo. Y es en la figura de aquella madre que demanda la seducción, que esta constatación resulta más impactante. Cómo no ser voraz. Cómo no luchar contra uno mismo, eternamente poco merecedor de ese amor que la protagonista de pronto descubre etiquetado con un precio, el de su sacrificio y su gloria.

2 comentarios:

  1. El comentario ya es suficientemente proyectivo como para arruinarlo con biografía. Pero recuerdo, recuerdo las novelas barrocas de una niña prodigio que conocí en mi vejez.

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  2. Hola, amigo, gracias por el enigmático comentario. Y aunque nadie me pidió el consejo, lee alguna novela (si no la has leído ya) de Amélie Nothomb. Creo que te gustaría. (¿O no?).

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