viernes, 18 de marzo de 2011

Negarse


Hoy releí Un hombre que duerme entero, de un tirón. No recordaba esta reescritura breve, intensa, de Bartleby:


"Hace un tiempo, en Nueva York, a algunos centenares de metros de los malecones donde baten las últimas olas del Atlántico, un hombre se dejó morir. Trabajaba como escribiente para un jurista. Escondido tras un biombo, permanecía en su escritorio y nunca se movía. Se alimentaba de galletas de jengibre. Miraba por la ventana un muro de ladrillos ennegrecidos que casi habría podido tocar con la mano. Era inútil perdirle lo que fuese, que releyese un texto o que fuese a correos. Ni las amenazas ni los juegos ejercían poder sobre él. Al final, se quedó casi ciego. Hubo que cazarle. Se instaló en las escaleras del edificio. Entonces lo encerraron, pero se sentó en el patio de la cárcel y se negó a alimentarse".


Ganas, a veces, de haber podido ser ese hombre.