Todos los talleristas escriben pero tienen problemas para hacerlo.
Todos los talleristas se disculparon por algo cuando se presentaron a los demás.
Todos los talleristas se encuentran algo agobiados.
Todos los talleristas creen de alguna forma que la escritura cura.
Todos los talleristas han leído y respetan el trabajo del creador del taller.
Todos los talleristas tienen problemas con alguno de sus progenitores.
Todos los talleristas sienten que las relaciones de pareja son aún más conflictivas que los problemas con sus progenitores.
Algunos talleristas tienen claro lo que escribirán para la próxima sesión.
Algunos talleristas no tienen nada claro lo que escribirán para la próxima sesión.
Varios talleristas le solicitaron al creador del taller que les recomiende lecturas.
Algunos talleristas le solicitaron al creador del taller que por favor no les recomiende Las correcciones o Las partículas elementales. Es más de lo que pueden soportar en este momento de sus vidas.
Varios talleristas anotaron la recomendación del creador del taller: “vean las aventuras de Chad Vader en Youtube”. Entre los que anotan el dato estoy yo.
Algunos talleristas nos preguntamos si esa parodia de Chad nos ayudará a entender nuestra relación con los padres y quizás, tal vez, con nuestras parejas.
Algunos talleristas pensamos que humor y dolor van de la mano, se nota en las miradas que cruzamos de vez en cuando.
Ninguno de los talleristas, además de mí, conoce la obra de Carlos Préndez Saldías. Hablo de él, a propósito de humor, dolor… y amor. O simulacros de amor.
Todos los talleristas concuerdan en que alguien debiera escribir algo sobre ese personaje. No pueden creer que no es un personaje de ficción.
Algunos talleristas hablan sobre personajes que existieron en sus vidas y que parecían personajes de ficción.
Ningún tallerista responde con franqueza a las preguntas que a propósito de estas cuestiones formula el creador del taller.
Un tallerista (no yo) se desploma, histérico, cuando intenta responder a una de estas preguntas demasiado capciosas del creador del taller.
Todos los talleristas lo consuelan, poniendo en ello su más alta humanidad.
Todos los talleristas concuerdan, al salir de la librería donde se realizarán las sesiones, en que el taller será duro pero que ha sido una excelente reunión.
Todos los talleristas conversan fuerte en la calle. Observan el vaho que sale de sus bocas. Sienten frío, pero por dentro un calorcito, como una esperanza.
Algunos talleristas toman sus autos, otros se alejan a pie, uno se va en bicicleta y la calle queda desierta. Hay, como flotando en el aire, una vibración, muy ligera. Esta vibración tensa a los vecinos, que llaman a los carabineros. Los carabineros llegan con ruido e inspeccionan la calle, pero no encuentran nada.